Entendí lo que me estaba haciendo, reconocí su estrategia. ¡El recuerdo de su aliento todavía dominaba mis neurotransmisores! Me está seduciendo a la mala. Está jugando sucio. Está haciendo trampa. Lo peor es que lo sospeché desde que lo ví: bailando solo, sonriendo con los ojos cerrados, con esa actitud magnética de los galanes tercermundistas -de buen porte pero con cara de maleante-, con esos detalles de descuido que resaltan el cuidado que pone en su apariencia. Mi date de esa noche dejó de serlo. Caminé cerca de él y le respondí la sonrisa como si me la hubiera dedicado a mi. Su sonrisa se soltó y me regaló una risa. (Dientes perfectos.) Mi mirada fija le amarró una sonrisa de nuevo. El nudo subió a nuestra mirada. Me pensé ganadora una vez más.
Mi celular vibró sobre mi mesa de noche: un mensaje suyo. “Hola linda, ¿cómo amaneciste? Te deben de doler los pies desde hace dos semana… no has dejado de dar vueltas en mi mente”. ¡Se robó el dialogo de la película que vimos anoche! Me encanta, ¡me encanta! (Morfina circulando por las venas de un cuerpo en coma.) El amor, el dinero, los que no se bañan y el profesionalismo… se notan. “Creo que será mejor que dejemos de vernos unos días”, continuaba. ¡¿Qué?! (Síndrome de abstinencia adelantado.) ¡¿Quién se cree este naco?! Me encanta, ¡me encanta! “Me asusta lo que me dices Pipe! :( Cada vez me gusta más la idea de estar contigo… vamos un rato al Supernova hoy, no?… ya extraño tus besos! :p ”. (Aleteos en mi estomago anuncian alteraciones en mi diagnostico clínico.) “Mejor vamos al bar de mi amigo Ramón linda”. Jajajajaja! Este hombre es para mí. “Ya sabes que no me gusta la cerveza y no le caigo bien a tus amigos! Te veo en el Supernova a las 11:00. Ya no tengo pila en el celular. Muchos muchos besos!”.
Me levanté del lado derecho de la cama y fui directo a mi tocador. Saqué mi lima de uñas favorita y la metí en mi bolsa roja. Hay que estar preparada cuando se duerme con el enemigo: siempre.